Jonathan A. Forsberg, MD, PhD

Me encanta lo que hago. La mejor parte de mi trabajo tiene que ver con resolver problemas junto a los pacientes. En cirugía por cáncer, los tumores de los pacientes son todos diferentes; esto genera la necesidad de buscar soluciones reflexivas, creativas y personalizadas, tales como cirugías o implantes a medida. Si un implante a medida es la opción correcta para un paciente, diseñaremos uno para que se adapte a las necesidades únicas de ese paciente. Durante las consultas y las visitas, los pacientes me verán atento, calmo e informativo. Dedico tiempo a la educación de los pacientes en relación con las diferentes opciones de tratamiento disponibles para ellos y nunca dejo preguntas sin responder.

Me crie en la región montañosa de Montana, soy hijo de un veterinario que tuvo una vida de servicio humilde, dedicación y compasión. Muy temprano en mi vida y en la vida de mis hermanos recibimos esas cualidades, junto con la ética de trabajo saludable, de mi padre. Aprendimos a cuidar a los animales y a aquellas personas menos afortunadas que nosotros. Con esas enseñanzas, mi padre nos inculcó un sentido del compromiso y el deber, valores que hasta hoy llevo conmigo. 

Por eso, para mí, el servicio es importante. Dediqué 32 años al servicio activo, gracias a la inspiración de mi padre y mi hermana que eran oficiales de la Fuerza Naval y la Fuerza Aérea, respectivamente. Para cumplir mi deseo de servicio, decidí retrasar mis estudios superiores y me alisté en el Cuerpo de Marines. Allí, presté servicio como soldado de infantería hasta que me matriculé en la Academia Naval de los Estados Unidos en Annapolis, Maryland.

En la Academia, se entrenan líderes en una variedad de especializaciones, pero me interesaba ser cirujano y recorrer un camino que no era habitual en el servicio militar. En lugar de volar, liderar marines o ir al mar, ingresé a la escuela médica. Fui estudiante de ingeniería desde que tengo recuerdos. Aprendí a improvisar, adaptarme y superarme como marine de los EE. UU. y, luego, estudié química e ingeniería en la Academia Naval. Cuando comencé mis estudios médicos, quedé fascinado con la biomecánica que rige el movimiento del cuerpo humano. Para mí, la cirugía ortopédica fue la elección natural. 

Estuvimos en guerra durante toda mi residencia. Esperábamos hacer reemplazos de articulaciones y reconstrucciones de ligamento cruzado anterior (LCA); en cambio, tuvimos que dedicarnos a las heridas por explosión. Como especialistas en extremidades, nos centramos en limpiar heridas, salvar las extremidades que pudimos y amputar las que no pudimos salvar. Ayudamos a avanzar en el campo de la cirugía de conservación de extremidades y redefinimos la amputación como un procedimiento reconstructivo que permitiría a nuestros pacientes jóvenes, previamente sanos, volver a estilos de vida activos. Durante ese tiempo, comencé a formular preguntas de investigación relevantes y a solicitar subvenciones. Se me aclaró el panorama de que haría mi vida como cirujano científico.

En la residencia, en una pasantía fuera de mi institución, conocí a un oncólogo ortopédico del que fui asistente en sus cirugías. Observé cómo extirpó un sarcoma y, luego, reconstruyó el omóplato y el húmero para restaurar las funciones. Jamás había visto algo como eso en mi formación. Cuando recuerdo esa experiencia, pienso en la gran lección de humildad que representó ese encuentro azaroso (que me puso ante nuevas ideas y posibilidades quirúrgicas) al convertirse en oportunidad y, más adelante, ser una pasión que se traduciría en una carrera profesional gratificante. 

Después de haber finalizado mi residencia en cirugía ortopédica, fui a la guerra como parte de un pequeño equipo de cirujanos. Hicimos todo lo posible para salvar vidas y extremidades, incluso, mientras luchábamos por comprender la fisiología subyacente a las espantosas heridas que veíamos. Después de volver a casa, comencé mi beca de capacitación en oncología ortopédica en el Memorial Sloan Kettering Cancer Center (MSK). Ahí, aproveché las lecciones sobre compasión, dedicación y deber que me había dado mi padre. Descubrí que estas cualidades eran fundamentales para la atención de pacientes con cáncer. Más adelante, para darle sustento a mi objetivo de ser cirujano científico, obtuve un doctorado en Bioinformática Aplicada del Karolinska Institute de Suecia.

Al igual que la Academia Naval, MSK forma líderes. He coordinado varios equipos de investigadores durante toda mi carrera profesional, he llevado a cabo ensayos clínicos multicéntricos con la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) y he dirigido el Programa de Oseointegración del Departamento de Defensa. Con colegas en Suecia, sigo codirigiendo el Registro Internacional de Metástasis Óseas y a su equipo de colaboradores internacionales.

Como profesor de cirugía ortopédica, una de las facetas más gratificantes de mi trabajo es enseñar a la próxima generación de cirujanos científicos. Juntos, ayudamos a responder algunas preguntas de investigación muy importantes, desarrollamos técnicas quirúrgicas y métodos analíticos nuevos, además de diseñar y patentar implantes únicos. Nuestro empeño ha permitido estandarizar el enfoque a los pacientes con enfermedad metastásica ósea y brindar soluciones quirúrgicas creativas a aquellas personas sin esperanza.

Cuando no estoy en el hospital, me gusta leer, cocinar y jugar al golf o al tenis si el tiempo lo permite. En la universidad, competía en navegación, por lo que, ocasionalmente, disfruto de regatas de veleros con amigos y familiares.