En la primavera de 2020, Kenny Lacossiere estaba muy ocupada con la planificación de su boda cuando su padre de 75 años, Kesnel, contrajo COVID-19. Kesnel, quien siempre fue un hombre activo y que conducía un taxi privado, empeoró rápidamente. Kenny lo llevó al Memorial Sloan Kettering, donde su padre había sido paciente el año anterior por un tumor de tiroides, y donde ella trabaja como enfermera practicante.
De repente, el sueño de Kenny de que su padre la llevara del brazo hacia el altar se convirtió en una oración por su supervivencia. Una tomografía computarizada reveló que la intensa tos de Kesnel había roto una arteria. Lo conectaron a un respirador durante diez días y tuvo una falla orgánica multisistémica. Kenny casi perdió la esperanza y, para cumplir los deseos de su padre, firmó una orden de “No resucitar”.
“La batalla de mi padre con el COVID-19 fue una de las experiencias más aterradoras y espantosas de mi vida”, declara Kenny. “Me sentía indefensa al verlo luchar por su vida”.
La pandemia ha puesto al descubierto las trágicas disparidades raciales en la atención médica. En comparación con los estadounidenses blancos, las personas afroamericanas tienen muchas más probabilidades de contraer el virus del COVID-19, ser hospitalizadas y morir a causa de la enfermedad.
Sin embargo, a medida que se implementa la vacunación que salva vidas, la tasa de vacunación de las personas afroamericanas es mucho más baja que la de los estadounidenses blancos, en algunos estados menos de la mitad, según un nuevo análisis.
Es un gran desafío que se debe superar: aquellos que más necesitan la vacuna no la están recibiendo, y es posible que no estén seguros de querer recibirla.
Los adultos afroamericanos tienen menos probabilidades que otros grupos de decir que recibirían una vacuna contra el coronavirus. Una encuesta reciente realizada por Kaiser Family Foundation descubrió que los adultos afroamericanos tienen más probabilidades que los adultos blancos (43 % frente a 26 %) de decir que prefieren “esperar y ver” cómo funciona la vacuna para los demás antes de recibirla ellos mismos.
¿Por qué? Las razones van desde la desconfianza hacia el sistema médico hasta malentendidos sobre la vacuna en sí.
Desconfianza hacia el sistema médico
El escepticismo de los afroamericanos hacia la comunidad médica tiene sus raíces en episodios vergonzosos de la historia de los Estados Unidos. Entre los más infames está el experimento de Tuskegee durante la década de 1930, en el que los hombres afroamericanos con sífilis no recibieron tratamiento, algo para lo que no habían dado su consentimiento, para que los investigadores pudieran estudiar la progresión natural de la enfermedad. En la década de 1950, las células de una paciente afroamericana con cáncer llamada Henrietta Lacks se recolectaron sin su consentimiento. El hecho de que estas células, que se llamaron células HeLa, por las dos primeras letras de su nombre y apellido, se hayan convertido en la base de importantes avances médicos se ha visto ensombrecido por la forma poco ética en que se obtuvieron. Y tan recientemente como en la década de 1970, los afroamericanos soportaron esterilizaciones forzadas en un oscuro capítulo de la eugenesia.
Más allá de la explotación médica absoluta, a los afroamericanos se les ha negado la atención médica que merecen. “Existe un legado de malas decisiones de políticos, funcionarios de salud pública y médicos en este país que ha creado la tormenta perfecta de inequidades en el acceso a la atención médica”, señala el especialista en medicina intensiva Louis Voigt. “Hay categorías de individuos en los Estados Unidos que han sido estafados, incluidos, en particular, los afroamericanos”.
Por ejemplo, hay “desiertos hospitalarios”, donde los vecindarios predominantemente de afroamericanos no tienen opciones para atención médica regular o de emergencia. Incluso cuando tienen acceso a servicios médicos, las investigaciones muestran que se les ofrecen menos opciones de tratamiento, menos formas de controlar el dolor y tienen peores desenlaces clínicos. Estos mismos obstáculos para la atención hacen que sea más difícil para las personas afroamericanas tener acceso a la vacuna contra el COVID-19 que salva vidas.
“Hay un componente de racismo en el sistema médico, incluso si a menudo se presenta en forma de prejuicios inconscientes”, afirma el Dr. Voigt.
El hecho de que solo el 5 % de los médicos en los EE. UU. sean afroamericanos agrava la renuencia general a confiar en los consejos oficiales de la comunidad médica.
Desconfianza en las vacunas
Debido a malas acciones médicas del pasado, no es sorprendente que muchas personas de raza negra se sientan incómodas en confiar en la seguridad y eficacia de las vacunas contra el COVID-19 para su comunidad. ¿Cómo pueden estar seguros de que las vacunas se probaron adecuadamente en todos los grupos de personas?
Los estudios de la vacuna tuvieron cuidado de incluir muchos grupos diferentes de personas, indica el Dr. Voigt, y agrega: “Ambos fabricantes de medicamentos incluyeron a personas de raza negra en estudios rigurosos de personas de distintas edades, sexos, razas y grupos étnicos”.
En el estudio de la vacuna Pfizer-BioNTech, los grupos étnicos minoritarios representaron el 17 % de las personas en el ensayo. En el estudio de Moderna, el 20 % de los participantes eran hispanos o latinos y el 10 % afroamericanos. En el estudio de Johnson & Johnson/Janssen, el 45 % eran hispanos o latinos, el 19 % eran negros/afroamericanos y el 9 % eran nativos americanos. Las tres vacunas demostraron ser igualmente seguras y eficaces en todos los grupos étnicos.
Cómo mitigar el miedo a la vacuna
Los líderes médicos locales son el grupo más eficiente para persuadir a las personas afroamericanas de que se vacunen, sostiene el Dr. Voigt. Deben ser transparentes, escuchar y respetar los miedos reales que pueda tener la gente.
Explica: “El sistema médico debería disculparse con la comunidad afroamericana, y también con la comunidad latina, y decir: Sí, nos equivocamos en el pasado. Les sucedieron cosas malas a ti y a los tuyos. Algunos de nosotros participamos en estos hechos o hicimos la vista gorda. Todavía se les niega el acceso a una atención médica de calidad. Todavía están marginados, pero les aseguramos que cuando se trata del COVID-19, seguir las recomendaciones de salud pública de usar una mascarilla, practicar el distanciamiento físico, lavarse las manos y vacunarse es la forma lógica, segura y científica de comenzar a corregir estas desigualdades”.
Oportunidad de cambio
Afortunadamente para Kenny, su padre sobrevivió. Ella se casó; tuvo una pequeña boda a fines de septiembre con la presencia de su orgulloso padre. “Gracias a la increíble atención que recibió en MSK, pudo vivir y acompañarme ese día”, dice Kenny. “Mi familia y yo siempre estaremos agradecidos. No veo la hora de que termine la pandemia por el COVID-19 para poder agradecerles en persona”.
Como trabajadora de atención médica de primera línea, Kenny ya se ha vacunado y está ayudando a su padre a programar su cita. Kenny traduce el mensaje de su padre que habla Creole, dirigido para cualquiera que pueda tener dudas: “Él dice que la gente debe saber que la vacuna los ayudará y los protegerá”.
De todos modos, Kenny está conmocionada por la salvación milagrosa de su padre.
“No quiero que ninguna otra familia tenga que pasar lo que pasamos nosotros”, dice. “Les pido a todas las personas afroamericanas a que se vacunen lo antes posible”.
2 de marzo de 2021