Las vacunas convencionales aumentan la capacidad natural del cuerpo para defenderse de invasores extraños, como las bacterias y los virus. Las vacunas terapéuticas contra el cáncer entrenan al cuerpo para que se proteja contra sus propias células dañadas o anormales, incluidas las células cancerosas. Estas vacunas exponen el sistema inmunitario a moléculas asociadas con el cáncer que permiten que el sistema inmunitario reconozca y destruya las células cancerosas.

Sipuleucel-T (Provenge®) es una vacuna contra el cáncer aprobada por la FDA, que se usa para tratar el cáncer de próstata que ha hecho metástasis (se ha propagado). Provenge reúne las fuerzas del sistema inmunitario para combatir enfermedades en hombres que ya tienen cáncer de próstata. Provenge se crea al eliminar algunas células inmunitarias, exponerlas a una molécula de células de cáncer de próstata y luego infundirlas nuevamente en el cuerpo. Se ha demostrado que Provenge extiende la supervivencia en hombres con cáncer de próstata metastásico.

Una segunda vacuna terapéutica contra el cáncer aprobada por la FDA es T-VEC (Imlygic®), que se usa para tratar el melanoma avanzado que no se puede extirpar por completo por medio de una cirugía.

Actualmente, se están investigando varias vacunas diferentes para su uso contra otros tipos de cáncer, algunas de ellas en ensayos clínicos que se llevan a cabo en MSK.

Algunas vacunas convencionales que previenen ciertas infecciones virales, como la hepatitis B y el virus del papiloma humano (VPH), también pueden considerarse vacunas contra el cáncer, ya que previenen infecciones que se sabe que causan cáncer (cáncer de hígado en el caso de la hepatitis B y cáncer de cuello uterino y de cabeza y cuello en el caso del VPH).